Arranqué de mi piel algunas palabras, no me culparé
ellas estaban en el borde, solo tuve que sacudirme como un animal
para que éstas cayeran al suelo y quedaran a la deriva, odiables,
en la frontera de mi ser y el mundo y la vida y aquello que me es desconocido, la muerte.
Las observé por un momento y parecían insoportablemente vivas,
sus ojos encendidos fijados en mi como agujas arañando.
Seguían multiplicadas en mi cuerpo y fui arrancándolas,
todas estaban repetidas y confundidas, repetidas y confundidas.
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